Recordando la tarde en la que Aguascalientes hizo vibrar a Pamplona con el rotundo triunfo de Luis David Adame

Luis David  Adame cortó tres orejas de una muy aprovechable novillada de El Parralejo para salir a hombros en Pamplona en el 2016; Javier Marín y Andy Younes se las dejaron con el acero en un festejo donde estuvo presente Suertematador.com 

5 de julio de 2020/Texto: Marco A. Hierro/Fotos y Video: Emilio Méndez

El 5 de julio de 2016 comenzaba la Feria de San Fermín con el habitual gran ambiente de Pamplona y con una novillada de El Parralejo, hierro que se había convertido en el habitual de los utreros en La Monumental. En el paseíllo, tres novilleros en distinta situación pero con el mismo objetivo: el local Javier Marín, el mexicano Luis David Adame y el francés Andy Younes completaban un cartel muy internacional.

Por faroles de rodillas se presentó ante el primero Javier Marín, que mostraba de esa forma su tarjeta de visita y anunciaba la actitud que iba a mantener. Tomó mejor el primer puyazo que el segundo, que fue un picotazo, pero embistió con ritmo en las chicuelinas del quite de Adame. En la muleta tuvo profundidad el de El Parralejo, y mucha voluntad Marín de cuajar una faena asentada, pero surgieron las urgencias lógicas de la necesidad de triunfo en el inicio de faena. Se fue asentando el navarro, mimando cada vez más la clase que derramaba el utrero en la embestida. Entrega en Marín, que se empeñó en hundirse en la arena para torear y en que no quedasen dudas de su valor y su ceñimiento, que alcanzó su cénit en el final por bernadinas. Pero pinchó en primera instancia, sonó un aviso y la estocada posterior no dio más que para una vuelta al ruedo.

Al castaño segundo le faltó rebozarse al acometer las telas de Adame, que tuvo seguridad y firmeza con el capote para imponerse desde el principio a la informalidad de salida. Volvió a quitar por chicuelinas con mucha quietud y la mano muy baja, brillante el mexicano. Muy asentado desde los estatuarios del inicio, refrendó Luis David las expectativas puestas en él a base de valor y seguridad, tanto en las plantas como en las muñecas, con las que no tardó en cogerle el pulso al áspero castaño. Supo darle trapo sin mácula al celo y mostrarse muy sólido en su concepto valeroso de no entregar nunca la cuchara. Incluso tuvo pinturería en los remates al final del trasteo, perfecto en la técnica. Un espadazo contundente precedió al paseo de la oreja.

Con verticalidad y empaque saludó a la verónica Andy Younes al tercero, un jabonero sucio con hechuras de toro que le humilló con entrega para que se empacase el francés en el saludo. Destacó el quite de Javier Marín tras el tercio de varas, por gaoneras y con mucho ajuste. Con la muleta en la mano izquierda se fue a los medios el galo sin probaturas, para aprovechar el gran pitón zurdo del jabonero. Muy vertical siempre, muy metido en la faena, buscó la largura y el enganche preciso, pero se fue apagando el animal y tuvo que buscar los terrenos de cercanías. Muy redondo el francés con las telas, no fue igual con el acero, y emborronó con la espada un trasteo de muchos quilates. A la segunda entró la espada, pero se atascó con el descabello para escuchar silencio.

Altón y despegado del suelo era el basto cuarto, también jabonero y también recibido de rodillas por Javier Marín, esta vez en larga cambiada. Con las mismas ganas tomó el trapo rojo el navarro, que vio cómo llegaba rebrincado e informal el de El Parralejo. Tuvo paciencia para esperarlo, al ver que se vino a menos, y pulso para que llegase más atrás el renuente animal, con un oficio que extraña en un chaval que toreaba su segunda novillada del año. Supo llegar al tendido mucho más que la condición del animal, que tuvo nobleza por toda virtud. Muy reposado y con sabiduría trazó al natural el de Cintruénigo, que consiguió que le diese el novillo su mejor versión a base de tratarlo con suavidad y torear siempre para él. Esta vez sí metió la espada Marín, pero tardó en caer el animal, sonó un aviso y en ovación quedó una actuación merecedora de un trofeo.

El saludo de Luis David Adame al quinto fue una clase de firmeza y de suavidad en el manejo del capote, sin poner un mal gesto ante la chispa de cierto genio con la que llegaba el jabonero. Pero se le quedó en el caballo el empuje, en dos puyazos medidísimos de un atinado Óscar Bernal. Con quietud quitó Younes por caleserinas y más quieto aún se quedó Adame en las zapopinas del suyo. A los medios se fue el mexicano para pasárselo por la espalda, siempre comprometido y seguro. Por delante y por detrás, con la derecha y con la izquierda, mostró Adame que está un paso por delante de la competencia en su escalafón en inteligencia y en sabiduría. Conectó, además, con el público, que supo valorar la verdad con que lo hizo todo. Tanta que a punto estuvo de llevarse una cornada en una colada inesperada del jabonero, que le soltó la cara en el mismo embroque sin que tuviese oportunidad de escaparse. Enorme fue la sensación de madurez, inusitada en un novillero tan joven. Como el desparpajo con que ejecutó la estocada recibiendo, pelín desprendida, pero suficiente para descerrajar la puerta grande de Pamplona con un doble trofeo.

Mucho más abierto de palas que sus hermanos fue el sexto, que tuvo, sin embargo, mucha humillación en el percal que volvió a manejar con mucha solvencia a la verónica Andy Younes. Se  gastó el animal en los primeros tercios, y ya en banderillas dio muestras de no tener muy boyante el recorrido. Ese defecto marcó la faena de muleta, porque impidió el muletazo completo y la colocación para ligar, a pesar de la sinceridad y el compromiso con que siempre afrontó Younes todo el trasteo. Tuvo valor seco, tuvo firmeza y tuvo confianza en sus virtudes con el deslucido Parralejo, que le dio un par de sustos sin que mudase el gesto. Supo estructurar, supo aplicar soluciones a los problemas y supo andar muy por encima de los problemas, pero su forma de ejecutar la suerte suprema debe mejorar de inmediato.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros Monumental de Pamplona. Feria de San Fermín, primera de abono. Novillada. Tres cuartos de entrada largos.

Utreros de El Parralejo, serios de presencia. De gran clase, fondo y ritmo el gran primero; áspero y sin clase pero repetidor el castaño segundo; de buena calidad a menos el jabonero tercero; informal y renuente con fondo el noble cuarto; de informal movilidad el díscolo quinto; deslucido y sin viaje el sexto.

Javier Marín (marino y oro): vuelta y ovación tras aviso.

Luis David Adame (grana y oro): oreja y dos orejas.

Andy Younes (lila y oro): silencio y silencio tras aviso.

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