Talavante y un extraordinario Juan Pedro Domecq bravo y noble marcan la tarde en Madrid (Fotos y Video)

29 de mayo de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez

Las Ventas acogía una tarde de máxima expectación y de «No hay billetes». Los matadores de toros Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Pablo Aguado se midieron a los ejemplares de Juan Pedro Domecq. Los animales fueron escasos, no se entregaron en la tela, sosos y mansos sin nada destacable en su embestida, a excepción del quinto, siendo este el mejor toro de toda la tarde, bravo, con fijeza, casta y noble que hizo las delicias del público. Morante no sorprendió y pasaportó al primero de su lote sin apenas mostrarlo. Con el segundo, a pesar de las protestas del público, lo intentó con un toro que no terminaba de pasar y que no daba opción a la continuidad. No hubo nada que contar en la faena de Talavante al segundo de la tarde, una faena que desarrolló entre intentos al natural. Su faena al quinto fue lo mejor de toda la tarde, con un toro bravo y con casta que le permitió cadencia y despaciosidad, luciendo aquella muñeca izquierda. Pablo Aguado le buscó unas teclas en las que no hubo acople, culminando su faena al primero de su lote sin acierto con los aceros. Nada pudo hacer ni mostrar en el sexto.

Abría la tarde Morante de la Puebla con un toro que se frenanaba, muy agarrado al piso, saliendo con la manos altas. Culminó banderillas y Joao Ferreira fue ovacionado. Inició la faena junto a las tablas, probándolo por ambos pitones, echándole arte y torería a aquel inicio. Siguió por el derecho, aguantando y esperando la embestida. Sin embargo, no tardaría en empezar el trasteo con los mantazos e ir a por la espada. Lo pasaportó.

Talavante hizo apología con su capote en el saludo al segundo de la tarde, estirándose con el hasta sacarlo del tercio. Decidió ponerse de rodillas para iniciar la faena, aprovechando la inercia de aquella primera arrancada para envolvérselo en corto. Se levantó y culminó aquel inicio entre ovaciones. Continuó por el pitón izquierdo, abriendo y tratando de recoger para ligar la tanda, pero aquella embestida no era uniforme. Tampoco pudo apretarlo abajo, pero si le levantaba la mano en exceso le punteaba la tela. Tuvo que recomponer en cada pase. Lo abrió y siguió tocando para que regresará a la tela, pero le costaba mucho, aquellas embestidas se estaban agotando. Continuando por el derecho pero sin mucho más que decir.  Cambió la ayuda por la espada, pero no tuvo acierto.

Pablo Aguado empezó a lucirse al natural después de haber bregado al tercero, entre los «olé» del público. En el tercio de varas, el toro derribó al caballo y el picador cayó en la cara del animal. Morante, entre abucheos, salió a hacer su correspondiente quite, al que replicó Aguado con clase y temple. Inició su faena de muleta por abajo, para después seguirlo con firmeza y despaciosidad, ganándole terreno hasta rematarlo por el pitón izquierdo con desmayo. Continuó por el derecho, con un toro escaso y manso que trató de envolverse a la cintura echándoselo a la cadera, redondeando el trazo. Buscó las teclas con la mano derecha, uno a uno, tratando de sujetarlo al dejarle la tela en la cara. El animal se movía, pero no había forma de que la faena rompiera. Cambió al natural, sin acople ni entendimiento entre ambos, acercándose cada vez más a las tablas. Pinchó.

Morante saludó al segundo de su lote sin terminar de bajarle la mano en el capote. Se alcanzó la faena de muleta y Morante empezó a pasarlo, probándolo por ambos pitones, bajándole la mano con cadencia, despaciosidad y desmayo. Siguió sin salir del tercio, haciendo su faena, entre los «olé» del tendido. Por aquel pitón derecho le adelantó la mano, le tocó y el toro acometió con prontitud al primero, los siguientes le costaban algo más, parando la ligazón y obligando al diestro a llevarlo de uno en uno. Tomó la franela con la mano izquierda, le punteó la tela, en unos pases que desarrolló con los extremos de la muleta, tratando de alargar algo más el trazo a un toro corto sin recorrido y que no daba opción a la continuidad.

Salió un toro de casi 700 kilos al que frenó y enceló Talavante en su capote, bregándolo hasta lucirse en el remate. Lo pasó por ayudados a pies juntos, atalonado en la arena, para  iniciar su faena, envolviéndoselo en lo más destacado de toda la tarde. El animal se movía, desplazándose, entrando y siguiendo con ritmo las demandas de Talavante, que le permitió la continuidad bajo aquella muñeca izquierda. Cambió al pitón derecho, arrancándose con prontitud, embistiéndole abajo y dándole emoción a la faena. Siguió mostrándose totalmente asentado en la arena, llevándolo hasta el final, echándoselo a la cadera para después dejarle los vuelos en la cara y llevarlo totalmente metido en un sinfín de naturales que puso al público en pie. Tenía nobleza, clase, fijeza, fondo y, sobre todo, bravura el de Juan Pedro, siendo excepcional en la tela. La espada cayó defectuosa, pero resultó efectiva.

Aguado se estiró con clase y despaciosidad en los medios durante el saludo capotero con el cierraplaza. Se alcanzó la faena de muleta entre probaturas, muy despacio, pasándolo por ambos pitones, sin lograr que el animal bajara la cara. Le pudo andar y sacar del tercio pero sin mucho que decir, llegó muy mermado a la faena. Le dio tiempo y sitio y siguió por el derecho, respetando sus tiempos. Era incierto y se movía a base de arreones defensivos. Tampoco le pudo bajar la mano, por lo que pasaba y pasaba sin decir nada. Cambió al natural, pero el público ya no quería ver nada, pedían que lo matara.

Las Ventas (Madrid). Toros de Juan Pedro Domecq. Los animales fueron escasos, no se entregaron en la tela, sosos y mansos sin nada destacable en su embestida, a excepción del quinto, siendo este el mejor toro de toda la tarde, bravo, con fijeza, casta y noble que hizo las delicias del público. Morante de la Puebla, pitos y silencio; Alejandro Talavante, silencio y oreja; Pablo Aguado, silencio tras aviso y silencio.

 

 

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