Enrique Ponce llega al medio siglo en la encrucijada; este es su panorama

8 de diciembre de 2021/Marco A. Hierro

Un hombre que debió echarse a un lado en la profesión que ha colmado su vida para aclarar las circunstancias que le rodeaban. El torero y el hombre cumplen ahora 50 años de edad. Medio siglo dedicado al toro en su gran mayoría a los que Enrique Ponce no quiere poner el punto final saliendo casi a hurtadillas por la puerta de atrás. Esa no es la forma en que se marcha una figura del toreo, y él lo sabe.

Sin embargo, su situación actual no es nada fácil. O no debe serlo, a juzgar por las informaciones que llegan sobre él, dado que el de Chiva ha decidido no comparecer ante los medios públicos y preservar un poco más su privacidad. A pesar de ello, son muchos los rumores que apuntan a una temporada de despedida, como corresponde a su estatus de torero de época, pero las pesquisas a este respecto mueren en el desmentido de la Casa Ruiz Palomares sobre la vuelta a los ruedos del valenciano.

Una decisión fuera de la voluntad de Enrique Ponce

A nadie se le escapa que la decisión de abandonar los ruedos estaba fuera de su voluntad, y que un regreso a los ruedos -aunque fuera para decir adiós- serviría para cerrar, al menos, esa página de su historia. Existen numerosas informaciones que hablan de sus proyectos privados, separados del mundo del toro, entre los que se encontraría incluso la edición de un disco junto a sus amigos de Materia Prima -con quienes ya ha compartido micrófono en alguna ocasión-, para lo que se ha llegado a especular con que el diestro habría contado con la colaboración de sus amigos Julio Iglesias y Luis Miguel.

Su llegada al medio siglo de edad, en cualquier caso, no parece corresponder al legado ímprobo que su nombre deja en la tauromaquia, pese a que su posible temporada de despedida en 2022 parece contar con la oposición total de la pareja del diestro, con quien comparte vida y residencia.

Enrique Ponce: las diez tardes que merece un figurón del toreo

Iban a dar las ocho de la tarde en aquel templado 28 de junio en Burgos. Enrique Ponce ya había llegado al hotel en el que pasaría la noche previa a torear en el Coliseum, donde tenía previsto hacer el paseíllo junto a Emilio de Justo y Roca Rey. En los corrales ya esperaba la corrida de Torrealta, una más en lo que transcurría como una temporada normal, pese a no ser la mejor en cuanto a sus resultados artísticos. Todo fluía con normalidad para el común de los mortales aquella tarde de feria. Hasta que el de Chiva reventó Twitter y hasta los cimientos del sistema con un mensaje en el que anunciaba su retirada de los ruedos por tiempo indefinido. Y el sistema se quedó mudo durante unos minutos que parecieron eternos

Habían pasado más de treinta años. Más de treinta temporadas siendo el rey; toreando más que nadie, visitando todas las plazas, superando durante dos décadas el centenar de festejos, indultando más toros que nadie en la historia, asumiendo el peso de las temporadas -incluso la del complicado 2020 y su Reconstrucción- y estando siempre dispuesto para hacer lo que mejor ha sabido hacer siempre: torear. Habían pasado tres décadas y pico de ser maestro de maestros, tratado así por los propios maestros, y siendo en muchos momentos de la historia del toreo algo parecido al Rey Sol: el toreo soy yo. Porque toreaba más que nadie, triunfaba más que nadie, le valían más toros que a nadie y casi no había sufrido percances de gravedad.

Esos vinieron después, porque también Enrique pagó el tributo del que no se libra nadie. Pero volvió siempre. Se levantó siempre. Se puso siempre otra vez a la cabeza. Ideó siempre formas nuevas de vestir el espectáculo para crear productos culturales y artísticos. Tanto le debía el toreo, mientras descansaba en aquella habitación de hotel, que su anuncio sonó como una bofetada, como un salivazo obsceno a la trascendencia de su historia. Y así lo explicamos en un editorial por aquellas fechas.

Un tío que ha rivalizado al máximo nivel con César Rincón, con Joselito, con El Juli, con Morante, con Manzanares -padre e hijo-, con Perera, con Dámaso, con Capea y, por supuesto, con José Tomás no puede dejar el toreo por la puerta de atrás. Enrique Ponce merece algo más que una sorpresa en el final de su carrera. Enrique Ponce, que puede decir con orgullo que el toreo es él por cómo ha transcurrido su trayectoria hasta hoy.

Porque un torero con la importancia general de Enrique Ponce en la tauromaquia merece una temporada de despedida. Aunque sean diez festejos en diez lugares clave para su trayectoria de tres décadas. La importancia que han tenido en su carrera cosos como Madrid, Bilbao, Valencia o Sevilla está fuera de toda duda. Tardes en Zaragoza, en Málaga, en Córdoba. Todas ellas plazas de primera categoría, porque esa es la categoría del personaje en cuestión. ¿No lo ven posible?

Top