
24 de mayo de 2025/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez
Las Ventas ha celebrado, este sábado 24 de mayo, una corrida de toros de «No hay billetes» en mano a mano entre los diestros Juan Ortega y Pablo Aguado, que se midieron a los ejemplares de la ganadería de Juan Pedro Domecq y Torrealta (6°). Los animales no fueron todo lo que se esperaba, no se prestaron, siendo todo lo contrario a lo que necesitaban los diestros para encontrar la expresión en ellos. Escasearon en fuerza y entrega. Sin embargo, el cuarto dejó lo más destacado de lo que a Juan Pedro se refiere, puesto que lo más importante lo marcó el sexto, un toro de Torrealta que completaba la corrida. Juan Ortega alargó innecesariamente con un ejemplar inservible que desde el principio ya no dio opciones para la expresión sevillana. El diestro pasó al tercero sin pena ni gloria, sin entenderse ni acoplarse con un ejemplar pegajoso. No tuvo el acople ni el entendimiento con el quinto, un toro con el que mantuvo un tira y afloja de pases sueltos y de escaso calado. Aguado lo pasó, lo mostró y lo pasaportó, el primero de su lote mostraba una embestida rebrincada y descompuesta, arremetiendo contra la tela. Le exigió el cuarto, que le permitió, entre teclas, encontrar momentos de lucidez y expresión en su faena. Sabor y gustó derrochó Aguado en una faena desarrollada al natural con el de Torrealta.
Juan Ortega alarga una faena sin contenido ante el primero
Se estiró Ortega a la verónica, siendo cada una de ellas como un suspiro para la afición de Madrid, acompasando a base de «olé» al sevillano. Hizo el quite Aguado por delantales. Inició la faena en tablas por alto, sin embargo, no tardó en salir y empezar a andarlo. El animal era corto, sin fuerza y de escasa entrega. Ortega siguió al natural, aprovechando los vuelos para echárselos a la cara y dejárselos puestos para que este los siguiera, a un ritmo, prácticamente geriátrico. Cambió al pitón derecho, logrando ligar dos muletazos seguidos. Fueron más sus adornos y remates por abajo que la faena en sí con lo que la gente se emocionó. El de Juan Pedro no tenía por donde, pero Ortega alargó y volvió a mostrarlo al natural. Sin acierto con el acero.
Aguado lo pasa, lo muestra y lo pasaporta
Se pudo estirar Pablo Aguado con torería ante el primero de su lote y segundo de la tarde, que se movió y siguió el engaño. Inició la faena por abajo, andándole, encontrándose a un toro parado y reservón al que le costó seguir en la tela. Se dispuso sobre el pitón derecho, dejándosela puesta a un toro de embestida rebrincada y descompuesta que seguía el engaño con ritmo. No había estética, solo arreones contra la muleta, punteándola ante el toreo asentado de un Pablo Aguado que se fue a por el acero y falló.
Intentos de Ortega sin acople con el tercero
Salió con ritmo el tercero, al que Ortega pasó por su capote. El sevillano cayó, pero el toro ya había pasado de largo. Se lució por chicuelinas en el quite Pablo Aguado. Inició la faena pasándolo por abajo, genuflexo, midiendo, escuchando unos tímidos «olé» que se convirtieron en aplausos. Le dio tiempo y sitio para después seguir por el pitón derecho, sin todavía acoplarse con el. Paró, recompuso, se cruzó y se la mostró en la cara para empezar a pasarlo. Aún había intermitencia en su tanda y faltaba cierto orden. El animal seguía el engaño con celo, siendo muy exigente en las distancias, quedándose muy encima del diestro. Era pegajoso y Ortega lo pasaba sin encontrarse con el de Juan Pedro. Se dispuso con el toreo al natural, queriendo darle verdad, echándole la franela al hocico, pero cantó al primer pase. Lo mató con acierto.
Aguado empaña con el acero una faena de actitud y pinceladas de arte
Ante las protestas de cierto tendido, Aguado saludó al segundo de su lote, con el que se pudo estirar, dejando cierto sabor. Deleitó Ortega por chicuelinas en su respectivo quite. No esperó para iniciar su faena, lo hizo bajo los terrenos del siete, pero fue algo deslucido, por lo que se lo llevó más allá del tercio para empezar a torearlo más en redondo, envolviéndoselo a la cintura. Aquella tanda tuvo matices que empezaron a gustar en el público madrileño. El sevillano le dio tiempo y sitio para continuar entre adornos, dando paso a una tanda de mano baja y mucha cintura sobre el pitón derecho. Hubo acople y uniformidad, pudiendo llevar al cuarto con ritmo, aprovechando una embestida de cierta emoción. Sin embargo, Aguado dosificó mucho los tiempos y cambió al natural en uno a uno en el que lo llevó a media altura. Le echó los vuelos a la cara, le marcó con la ayuda y asentado se lo pasó alrededor. No podía tocar la tela, ya que en cuanto lo hacía punteaba. El animal cada vez se quedaba más corto, pero Aguado pudo encontrar faena en medio de un verdadero caos en los tendidos. No había mucho más que añadir con un toro que iba aumentando su peligro. La faena llevaba su sello e incluso quiso apurar las distancias con un toro ya venido a menos. Empañó con el acero una faena de actitud y pinceladas de arte.
Ortega falla con el acero en una faena sin acople ante el quinto
Ortega saludó al quinto, al que se llevó rápidamente a los medios, dejando algún que otro «olé» disperso en los tendidos. Después de brindar, inició la faena por ayudados por alto, ganándole terreno con suavidad. Le dio tiempo y sitio antes de continuar sobre el pitón derecho, no sin antes tirar de el y moverlo. Con un inicio de tanda tranqueante y asfixiando a un animal que pedía sitio, abrevió la serie y decidió darle sitio. Le ganó distancia y se la dejó puesta, sin embargo, aquello no terminaba de romper hacia adelante. Cambió al pitón izquierdo, con un uno a uno que enfrió los tendidos. Quiso recuperar el derecho, apurando aquellas distancias cortas, poniéndosela en la cara para tirar de un animal que tampoco transmitía. Sin acople y unos cuantos pases de escasa composición culminó fallando con el acero.
Aguado corta una oreja al sexto, un toro de Torrealta
Salió el sexto, el único toro de Torrealta en la tarde, al que frenó en su capote Pablo Aguado. Le costó meterlo en la tela, bregándolo y buscándolo por abajo pero sin expresión. Se fue al hilo de las tablas para iniciar su faena sacándolo de ellas mientras le andaba con ritmo y cierta emoción. El toro se arrancaba con viveza en su embestida, siguiendo el engaño del sevillano, aunque no sin sobresaltos. Montó la muleta y siguió sobre el pitón derecho, envolviéndose a un toro de ciertas teclas. Desarrolló tandas cortas y medidas, cambiando ahora al natural, donde se quedaba corto. Sin embargo, Aguado lo llevó con los vuelos, dejándoselos puestos y tratando de alargar aquella embestida que pasaba por la tela muy despacio. Poco a poco se lo fue metiendo, dejando naturales de peso con profundidad y poso que provocaron la emoción en los tendidos. A pies juntos, girando sobre sí mismo ante un toro sometido y entregado, se expresó con verdad, verticalidad, cadencia y torería en un toreo a cámara lenta con el que aparentaba estar toreando a placer por el izquierdo. Fue la mejor faena que se vivió esa tarde en Madrid, poniendo al público en pie. Metió la mano y hundió el acero matando al sexto.
Ficha del festejo:
Las Ventas. Toros de Juan Pedro Domecq y Torrealta (6°). Los animales no fueron todo lo que se esperaba, no se prestaron, siendo todo lo contrario a lo que necesitaban los diestros para encontrar la expresión en ellos. Escasearon en fuerza y entrega. Sin embargo, el cuarto dejó lo más destacado de lo que a Juan Pedro se refiere, puesto que lo más importante lo marcó el sexto, un toro de Torrealta que completaba la corrida. Juan Ortega, silencio, silencio y silencio tras aviso; Pablo Aguado, silencio, palmas y oreja.