De la expectación del «No hay billetes» al silencio de una tarde ganadera catastrófica en Madrid (Fotos)

8 de junio de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez

Las Ventas acogía una nueva tarde de «No hay billetes», una tarde en la que se celebraban los 200 años de la Policía Nacional. Los matadores de toros Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado se midieron a los ejemplares de Román Sorando, José Vázquez (3°Bis) y Montalvo (6°Bis). Los animales no sirvieron, no hubo contenido en una tarde en la que la materia prima brilló por su ausencia. No tenían emoción, sosearon, fueron mansos y algunos lo marcaron descaradamente, como el segundo de la tarde. Salió el sobrero que no arregló la tarde, continuó en la misma línea, sin entregarse, sin clase, sin nada. Algo más de color hubiera dado el segundo sobrero de la tarde, el sexto de Montalvo al que directamente se le pasaportó. Urdiales desarrolló una primera faena que no caló en los tendidos con un toro soso. Poco pudo añadir con el segundo de su lote con el que no tuvo opciones. Ortega no pudo hacer absolutamente nada con un segundo toro de la tarde manso y huidizo. El quinto no tenía fuerza, perdiendo las manos con mucha facilidad, sin que el diestro pudiera pasarlo. Aguado tuvo que medirse al primer sobrero, al que tampoco le sobraron las fuerzas ni la entrega en una faena insípida. Con el sexto, un sobrero de Montalvo, no quiso verse, lo pasó y lo pasaportó.

Abrió la tarde un toro de Román Sorando al que saludó Diego Urdiales, estirándose en una brega intercalada. Se alcanzó la faena de muleta y Urdiales lo metió junto a las tablas, probándolo por ambos pitones, sacando al paso a un toro parado al que logró llevar más allá del tercio. Siguió por el pitón derecho, aprovechando, ahora sí, la movilidad y continuidad del uno a uno. El toro estaba justo de fuerza y llegó a perder las manos. Cambió al natural, sin nada nuevo que añadir, pasando sin clase ni entrega, con la cara alta. Urdiales trató de llevarlo a base de vuelos, bajándole sin excederse la mano. Intentaba meter a un toro al que le estaban pidiendo el tiempo. Se fue a por la espada. Al segundo intento logró hundir el acero.

El de Román Sorando se resistía a salir por la puerta de chiqueros. Se tomó su tiempo, pero finalmente lo pudo saludar Juan Ortega. El animal se quedaba parado, muy agarrado al piso, sin desplazarse, sin interés alguno en la tela. El toro se fue a la puerta de chiqueros durante el tercio de banderillas. Ortega salió con la muleta para buscar al segundo de la tarde, teniendo que ir hasta los terrenos del tendido cinco. Allí el toro entró la franela y se fue hasta el siguiente burladero. El diestro tuvo que ir tras un toro huidizo al que no lograba pasar más de dos veces y mantenerlo dentro. Tiró del animal para llevárselo a los medios, insistiendo en unos terrenos en los que el toro no aguantaba. La faena fue un tira y afloja entre irse y mantenerlo, sin nada que mostrar. Después de haber recorrido media plaza y varios intentos de inicio de tanda se fue a por la espada. Lo pasaportó.

A Pablo Aguado le costó sujetar al primero de su lote, pudiendo llegar a estirarse en los medios. El público protestó y pidió el cambio de toro durante el tercio de varas, pero el presidente no otorgó el cambio hasta el tercio de banderillas. En su lugar, salió el primer sobrero de la tarde, un toro de José Vázquez al que saludó con gusto ganándole terreno. Se alcanzó la faena de muleta y en el tanteo no pudo excederse bajándole la mano. Se lo llevó más allá del tercio e inició una tanda por el pitón derecho, tocando y llevando a media altura dándole la salida. Logró ligarlo sin emoción, con un toro que simplemente pasaba. Al natural pasó con la misma indiferencia, incluso peor que por el derecho. Lo volvió a trastear a base de mantazos y se fue a por la espada para matarlo.

Salió el cuarto, un toro que se movió y enceló en el capote de Diego Urdiales. Ya con la muleta se dispuso en los terrenos del tendido siete para empezar a pasarlo, tanteándolo por ambos pitones. El animal siguió la tela hasta que se cansó, para después regalarle una media arrancada defensiva. Tomó la franela con la mano derecha, llevando a un toro al que fue pasando uno a uno, templando y tratando de ralentizar unas embestidas caóticas y poco definidas en las que pasaba frenándose. Cada vez le costaba más atender a las demandas de Urdiales, pero el riojano insistió, incluso por el izquierdo, sin que se vieran dos naturales iguales. No había emoción ni permitió que se le exprimiera, ya había dado todo lo que tenía. Falló con los aceros.

Ortega saludó al segundo de su lote. Se alcanzaba la faena de muleta y bajo los terrenos del seis lo recibió en la franela junto a las tablas, agarrado a ellas. Lo que se planteaba como un inicio de arte y pellizco se vio interrumpido por la realidad de un toro, nuevamente escaso y que no estaba en condiciones. Tiró del animal y trató de sacarlo del tercio, pero perdía las manos con facilidad. Tomó la muleta con la derecha y sin bajarle la mano no alcanzaba a pasarlo. Ni un pase se contabilizó, se fue a por la espada y no encontró el acierto para hundírsela.

Pablo Aguado saludó al cierraplaza después de que lo bregara Juan Sierra. El toro fue devuelto a corrales y en su lugar salió el segundo sobrero, un toro de la ganadería de Montalvo, que se resistía a salir y al que Aguado llevó por abajo en el capote, ganándole terreno. Acabó por desarmarlo aquel toro que le apretó. No pareció hacer cosas malas en los tercios de varas y banderillas. La faena de muleta la inició por abajo, genuflexo, apretándolo, sacándolo del tercio, pero sin templarlo. Continuó por el derecho, lo pasó sin torearlo y se marchó a por la espada sin intentarlo con un toro que tenía motor y necesitaba mano firme. No tuvo acierto con la espada.

Madrid. Toros de Román Sorando, José Vázquez (3° Bis) y Montalvo (6° Bis). Los animales no sirvieron, no hubo contenido en una tarde en la que la materia prima brilló por su ausencia. No tenían emoción, sosearon, fueron mansos y algunos lo marcaron descaradamente, como el segundo de la tarde. Salió el sobrero que no arregló la tarde, continuó en la misma línea, sin entregarse, sin clase, sin nada. Algo más de color hubiera dado el segundo sobrero de la tarde, el sexto de Montalvo al que directamente se le pasaportó. Diego Urdiales, silencio y silencio; Juan Ortega, silencio y silencio; Pablo Aguado, silencio y silencio.

 

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